Lunes otra vez: ¿Vas Silbando a Trabajar?
Los lunes casi siempre son pesados. Después del fin de semana que paso y sirvió para el descanso, relajo y diversión, volver al trabajo puede resultar fastidioso. Y si a eso se le suma, el tráfico, el clima y otros, todo pareciera que será trágico. Tanto así que uno desearía que la semana empezara el martes.
Ello me lleva a ver y escuchar a las personas para saber con que ánimos comienzan su semana laboral, cual es la cara que ponen al comenzar el día; así como los primeros comentarios que comparten con los vecinos que cruzan a su paso y con los compañeros al llegar a la oficina.
"Lunes, por que eres malo; mira y aprende del viernes". Esa fue la frase que alguna vez un amigo posteo en facebook. Pero creo que ese "pavor" al lunes es más que eso simplemente.
“Al trabajo se va silbando, y se sale silbando de trabajar”.
Aquella frase encierra un mensaje de gran trascendencia relacionado con la felicidad en el trabajo y es que ésa satisfacción no se encuentra por hacer lo que uno quiere, sino por querer lo que uno hace.
"¿Cuántas veces en el último mes hemos llegado tarareando a la oficina? ¿Cuántas veces hemos sonreído en el atasco camino a casa pensando simplemente en la satisfacción del trabajo bien hecho?"
Si no encontramos respuestas a estas preguntas o aceptamos que somos incapaces de encontrar ningún aspecto de nuestro trabajo que nos permita estar satisfechos, podemos concluir que tenemos un problema. Si es así hay dos noticias para todos.
La buena es que el problema tiene solución y, por increíble que parezca, una fácil. ¿Por qué? Porque depende de nosotros el poder cambiarlo. No depende ni de nuestro jefe, ni de nuestra empresa, ni mucho menos del plan estratégico de turno.
La “menos buena”, es que ha llegado el momento de reflexionar, tomar decisiones coherentes y consecuentes y actuar. Esto, que en sí mismo no es una mala noticia, implica que nos vamos a tener que poner delante del espejo, que vamos a tener que movernos para salir de “la zona de confort”, y la cuestión es que a lo mejor vemos arrugas o nos ponemos a sudar o a pasar frío. Y eso ya nos puede incomodar.
Analizar nuestras debilidades y fracasos, tomar consciencia de nuestras capacidades agradeciendo todo lo bueno que tenemos o asumir con honestidad las consecuencias de nuestras elecciones y decisiones, nos pone en una posición distinta: ya no somos víctimas de una situación, sino responsables de encontrar una alternativa.
Esa ruptura con el conformismo supone despertar para ser realista, valorar lo que se tiene y en lugar de quejarnos por lo que nos falta, adoptar el papel protagonista para no renunciar a un futuro laboral mejor.
De hecho la felicidad se encuentra más en la motivación, la actividad dirigida a algo, el deseo de ello, su búsqueda, que en el propio logro o satisfacción de los deseos.
Por ello creo que cambiar el rol de víctima por un papel protagonista, puede mejorar el nivel de felicidad que somos capaces de alcanzar en el entorno laboral. Una felicidad que incluso nos pueda sorprender y hacernos silbar cuando vamos a trabajar.